Aunque pretendas mirar,
Intensificando la fuerza del músculo,
Solo podrás observar la imagen
A pocos metros de distancia...
Si recurres a la razón,
La visión tendrá otro significado
Y quizás,
hasta el horizonte podrás ver.
Sin embargo,
Solo cuando entregas el corazón,
Sin provocarlo,
La observación tendrá alcance infinito...
Entonces,
La imagen vendrá acompañada
Por el dulce aleteo de sus presencias,
Por el bello canto de sus puras gargantas,
Por el suave tacto de transparentes cuerpos,
Por el sabor de la genuina naturaleza,
Por sensaciones de perfumadas primaveras...
Y podrás entender...
Más allá de lo que comprende
El común denominador de la gente...
Te estremecerá el contacto,
Te confundirás en sonrisas,
Y volverás a ser niño,
Y tendrás a tu alrededor
A quienes creías ya perdidos...
Y habrá una danza celestial,
En el salón después del
Iluminado túnel...
Y no habrá mayor felicidad
Que descubrir por fin,
La vida eterna...
Donde no hay lugar para el dolor,
Solo la luz del permanente amor...
Sin muertes ni puntos finales.
Ellos ahí están...
Ahí... ahí están...
Mis ángeles...
Conversando con mi papá, él suele contarme de sus maravillosos sueños, difíciles de explicar: el reencuentro con sus antepasados, incoherencias en las cronologías y magia que hace posible lo imposible. No puedo encontrar explicación alguna si solo recurro a la razón, pues lo que él me explica va más allá del común denominador de la gente. El puede ver más, porque su sabiduría lo pone en contacto con lo que realmente vale: los afectos, los seres queridos... Nada de fantasmas, ángeles. Algún día, mi corazón podrá mirar...