Ante la falta de princesas,
Abundan batracios…
¿Dónde se perdieron
Aquellas bellas damas,
Que dulcemente
Ronroneaban entre solapas,
Susurrando poemas,
Prometiendo eternos
Amores?
¿Dónde se perdieron
Aquellas bellas miradas,
Que tiernamente
Invitaban entre sonrisas,
Detonando corazones,
Encendiendo múltiples
Pasiones?
¿Dónde se escondieron
Aquellos bellos gestos,
Que femeninamente
Incitaban entre sábanas,
Iluminando géneros,
Poniendo en marcha
Motores?
Terrible maleficio
El del hombre hecho sapo,
Al que nadie le ayuda en una
Nueva metamorfosis,
Terrible maleficio
El del hombre hecho sapo
que no tiene princesa alguna
Por besar…
Se resigna a su cruel destino:
Sapo quedará.
No pretende mi poema ser una expresión machista, sino más bien una manifestación expresa que proclama y grita por la elegante diferencia de los géneros. Cierta vulgaridad le ha sido admisible al sexo masculino (habrá quienes dirán que esto era propio de una sociedad machista, en la que al hombre todo se le admite. No entraré en discusión); pero ahora, tanto féminas como varones, hablan en lenguaje procaz, se comportan de igual a igual… y ¡cómo se añora la época de los buenos modales, las formas, los juegos previos a las entregas, el dulce aroma del sexo femenino! ¿Será que el hombre está cada vez peor, porque no hay mujer que lo invite a recuperar su caballerosidad? Espero no ganarme enemigos (o enemigas!!!) con esta ventana interior.
Vayan estas palabras para quien quiera entenderlas… desde y hacia la ventana interior. Hasta el próximo encuentro… G.G.S.
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